Amanecía en Villa Amengual, era domingo 13 de enero y por si acaso voy a
buscar algún negocio para conseguir algunas provisiones, pero me fue mal, era obvio.
Como ya era costumbre, tomamos un abundante desayuno en el hostal “El Indio”, tenía en su ventana varios
stickers de viajeros y grupos extranjeros que se dedican a recorrer la
Carretera Austral, tras empacar, embetunarnos
en bloqueador solar y revisar la mecánica de las bicis, ya estábamos listos
para dejar atrás esta ex Villa Militar de CMT, un pueblo pintoresco a orilla de
camino.
Avanzando por el excelente camino asfaltado notábamos las
huellas que dejaron las fogatas del movimiento de Aysén de 2012, un par de
carrocerías de autos quemados incluso al costado del camino, el paisaje es muy
lindo, se combinaba con una mañana con cielos completamente despejados que te
permitía contemplar los enormes árboles y picos de las montañas escarpadas, con
caprichosas formas, sin nada de verde en sus puntas debido a que constantemente
están con nieve.
Avanzando 8 kms al sur de Villa Amengual se llega al Lago o
Laguna Las Torres, el camino la bordea, el paisaje es espectacular, se logran
divisar algunos campings con gente recién levantándose, eso nos decía que
íbamos saliendo a buena hora, la meta era ese día nada menos que Coyhaique, en
distancia total de 148 kms!
Lago Las Torres |
Pues bien, el pedaleo se hizo muy agradable, poco a poco el
paisaje comienza a cambiar, se ve más pampa y vastos campos verdes para
forraje, avanzando el día el calor se hace más intenso, y los arroyos de agua
no son tan abundantes debido al campo abierto. Cerca del mediodía dimos alcance
a 3 franceses que también hacían cicloturismo, nos saludamos y avanzamos junto
a ellos, en realidad con ella, se llamaba Cleménce, andaba recorriendo sola
todo Sudamérica, y se había encontrado a sus compatriotas un poco más al norte.
Nosotros llevábamos un muy buen ritmo, por lo cual les dijimos adieu.
Paisaje hacia Mañihuales |
A medida que avanzábamos, a lo lejos se divisan cómo los
incendios arrasaron miles de hectáreas de bosque nativo, el paisaje cambia
drásticamente.
Almorzando afuera del minimarket con Cleménce |
Cercano a las 2 de la tarde ya comenzamos a ver letreros que anunciaban el siguiente pueblo:
Villa Mañihuales, le antecede un par de kilómetros antes una mina de extracción
de Zinc. Al llegar al pueblo veníamos con hambre, pero no encontramos hostales
ni cocinerías, por lo que decidimos por primera vez en nuestro viaje almorzar
sándwiches, pero con harto queso y jamón, acompañado de jugos. En eso que
estamos almorzando en la vereda fuera del minimarket llega Cleménce, la chica
francesa, quien le sacó más de media hora de ventaja a sus compatriotas, andaba
muy bien equipada y lograba ser autónoma, a excepción de que no tenía internet
móvil así que yo amablemente le facilité mi conexión, ella tenía información de la famosa casa
del ciclista ubicada en Mañihuales, lugar que acoge y ayuda mecánicamente a los
viajeros a pedal, nosotros no fuimos.
Uno de los tantos cuadros de distancia |
Refrescándose en un río que no recuerdo su nombre |
Era tanto el calor que bordeando un río
decidimos que apenas tuviéramos acceso a éste, nos tirábamos al agua, y así
fue, llegamos a un puente, y para sorpresa nuestra, estaba lleno de gente,
había una playita con arena y piedras lisas que permitía a la gente reposar,
hacer asados bajo la sombra. Nosotros teníamos la única intención de
refrescarnos, así que solo con nuestras sexies calzas nos bañamos, estuvimos
cerca de 1 hora en el río, esto nos retrasaría en nuestra meta a Coyhaique…
Continuamos avanzando por la ruta asfaltada hacia Coyhaique, comenzaba a caer
la tarde y esconderse el sol, en eso llegamos a la bifurcación del camino hacia
Puerto Aysén y Coyhaique, tomamos dirección sur oriente y a un increíble ritmo
avanzamos por un camino muy transitado por vehículos de todo tipo, a ambos
costados del camino encontramos a decenas de personas recolectando frambuesas
con sus canastos repletos, bordeamos el Río Simpson mientras nos acercábamos a
la capital de Aysén, la luz de día ya era escasa y las fuerzas se acababan,
mirábamos de reojo algún lugar para descansar y acampar, pero no encontramos
nada, habíamos sobrepasado con creces los 100 kms pedaleados en el día.
Camino que une Puerto Aysén con Coyhaique |
Finalmente llegó la noche, debimos encender las luces, y comenzaron a rodearnos
los zancudos y mosquitos, sumado al cansancio y ansiedad, resultaba muy molesto
avanzar. Ya eran pasadas las 10:30 de la noche y tras avanzar por una cuesta,
llegamos al túnel El Farellón, tristemente recordado este verano de 2013, pues
un par de semanas que nosotros los cruzamos, un pelotudo en estado de ebriedad
atropelló a 14 ciclistas que hacían su rutina de entrenamiento, murió un chico
de 18 años, lamentable. Saliendo del túnel, la cuesta es muy pronunciada, o
quizás nuestro estado nos hacía sentir que era interminable, las alforjas
pesaban, las bicis se balanceaban, pedaleábamos de a pie y sentados,
alternábamos posturas para descansar la zona lumbar… bueno, acá es cuando te
das cuenta que andar en bici hace sacar fuerzas de no sé dónde, tu corazón
reemplaza a las piernas, pasada dicha cuesta llegamos a un lugar iluminado y con
algunos automóviles y un bus detenidos, la vista era espectacular! Ni me fijé
en el nombre del mirador, pero se veía espectacular la ciudad iluminada,
alcanzó para tomar un respiro, intentar tomar alguna fotografía, pero no
resultó. Nos faltaba el último tramo, el descenso, y ya eran las 11:20 PM.
La carretera era ancha en esta parte, mucha pendiente y
hartas curvas, era inevitable alcanzar altas velocidades, pero con el peligro
inminente de un desbarrancar con trágicas consecuencias debido a la oscuridad.
Fue ahí cuando los automóviles y bus que estaban en el mirador nos dieron
alcance, el bus lideraba la caravana, este encendió sus luces altas y nos
alumbró el camino de descenso desde atrás, imagino que fueron un par o 3 kilómetros
que nos alumbraron el camino, cuando ya finalizaba el descenso, la gente desde
la ventana del bus nos gritaba y daba ánimo, yo sonreía y pensaba muchas cosas,
la primera era: “qué estoy haciendo aquí, sufriendo físicamente en mis
vacaciones en vez de estar en una playa brasilera”, bueno, experiencias como
ese descenso iluminado coronado por el coraje que nos dieron esas personas me
respondían que estaba en el lugar y haciendo lo correcto.
Desde que salimos en la mañana cerca de las 10 am, habíamos
recorrido 148 kms, por fin llegamos a la ciudad de Coyhaique cerca de la
medianoche, buscamos innumerables hostales, casi todo copado, y los hoteles muy
caros, previamente teníamos un contacto que nos alojaría, o haría las
gestiones, pero falló a última hora, por fin dimos con un hostal muy bien
equipado, con grandes habitaciones y comodidades que no habíamos tenido hasta
ese entonces en nuestro viaje, al llegar tan tarde, no encontramos ningún lugar
para comprar alimentos, desempacamos nuestras cosas, las bicis en una especie
de bodega donde nos dimos cuenta que no éramos los únicos cicloturistas del
lugar, habían unos alemanes a los cuales obviamente nunca vimos, pues tienen
fama de partir muy de mañana jaja, lo único que teníamos era medio pan duro,
café y leche con quacker, esa fue nuestra cena bordeando la 1 AM, la ducha
caliente nos dejó en una catarsis, el cuerpo temblaba, increíblemente nos costó
dormir y vimos tv cable jaja pero el sueño llegó al fin...
Lunes 14 de enero, y bueno, nosotros éramos la antítesis de los amigos ciclistas alemanes, el sueño fue tan profundo que casi no alcanzamos el desayuno del hostal, pero alcanzamos a hacer daño ahí, cumplimos con el ritual del empaque y anclaje de las alforjas y partimos con todas nuestras cosas a recorrer la ciudad, era la oportunidad de ir a un supermercado y abastecerse en cuanto a algunas mercaderías, recorriendo algunas calles y avenidas encontramos un local de comida que entre su menú anunciaba la Empanada Patagónica “interesante” dijimos, así que atacamos en doble porción esa bomba compuesta de tocino, carne y queso, era una empanada maravillosa, tantos kilómetros pedaleados hacían que no hubiera remordimiento alguno.
Lunes 14 de enero, y bueno, nosotros éramos la antítesis de los amigos ciclistas alemanes, el sueño fue tan profundo que casi no alcanzamos el desayuno del hostal, pero alcanzamos a hacer daño ahí, cumplimos con el ritual del empaque y anclaje de las alforjas y partimos con todas nuestras cosas a recorrer la ciudad, era la oportunidad de ir a un supermercado y abastecerse en cuanto a algunas mercaderías, recorriendo algunas calles y avenidas encontramos un local de comida que entre su menú anunciaba la Empanada Patagónica “interesante” dijimos, así que atacamos en doble porción esa bomba compuesta de tocino, carne y queso, era una empanada maravillosa, tantos kilómetros pedaleados hacían que no hubiera remordimiento alguno.
Bicis estacionadas, nosotros abasteciéndonos en un supermercado de Coyhaique |
Museo del Mate en El Blanco |
Primer pinchazo! |
Avanzando 5 kms más llegábamos a una nueva bifurcación,
el camino que va a Balmaceda, que ojo, es una ruta muy transitada debido a que
está el aeropuerto, y los taxis, transfers y camionetas 4x4 van a una velocidad
de locos, mucho cuidado ahí. Nosotros seguimos por la ruta 7, aun con asfalto,
las expectativas del día era llegar hasta Villa Cerro Castillo, era ambiciosa,
pero después de los 148 kms hechos el día anterior 95 kms de camino asfaltado
no resultaba tan descabellado, peeeero avanzado 45 kms desde que habíamos
dejado Coyhaique tuvimos nuestro PRIMER inconveniente mecánico, un pinchazo! Y para
remate rueda trasera, nos demoramos mucho en arreglarla, tuvimos que desmontar
la carga y cuando se suponía que estaba parchada, no logramos avanzar ni
siquiera un kilómetro, al final descubrimos que no era pinchazo, sino que el
calor hacía que la cámara con la presión se rompiera con los orificios que
llevan el hilo de los rayos a la yanta, solución, la siempre bien ponderada guincha aisladora, lo malo es que en descubrir la causa y solucionar el
problema nos tomó más de una hora, ya comenzaba a atardecer, eran cerca de las
6 pm y seguíamos avanzando, a lo lejos veíamos Balmaceda y despegar uno que
otro avión comercial, los cerros y montaña eran argentinos, estábamos cerca de
la frontera, pero a medida que avanza la ruta 7, lo hace en dirección sur
poniente. Nuevamente comenzaba una cuesta, lo bueno es que ya había pasado el
calor, íbamos bien hidratados y sin hambre, la vegetación comenzaba a ser poco
a poco la familiar, más frondosa y con cerros a la orilla, aquí nos detuvimos y
ponderamos: lo que se venía era una cuesta de complejidad media, nos íbamos a
internar en la reserva Cerro Castillo, pero la idea era atravesarla relajados y
con luz de día, debido a que en esta reserva es posible visualizar Huemules en
su estado salvaje! OK, no estábamos dispuestos a llegar nuevamente a medianoche
y exhaustos al próximo pueblo, por lo cual empezamos a cotizar patios de casas
a orilla de camino jaja
Camping listo en patio de una casa en Vista Hermosa |
Ovejas y Llamas esquiladas, muy curiosas |
Nuestra búsqueda de camping nos llevó a una localidad a
orilla de camino llamada Vista Hermosa, quedaba en una pequeña colina, y realmente
le hacía honor a su nombre! Llamamos a la casa que poseía un inmenso patios,
con hierba muy verde para sus animales, nos sale un hombre adulto, curtido por
la vida patagónica, muy amable y accede a nuestra petición de instalar nuestras
carpas en su terreno, fue ideal quedarse ahí, sentíamos que había sido una
buena decisión acampar con agua y un lugar blando donde poner el saco de
dormir. Tras armar las carpas, cocinamos, su cena, había señal de teléfono aún,
por lo cual llamé a mi amada madre para contarle que estaba bien, lo mismo hizo
mi compañero con sus seres queridos, ya dispuestos a ir a dormir llegaron
nuestros vecinos, muy curiosos por lo
demás, ovejas y llamas, jaja estábamos ocupando su lugar, pero era amplio, así
que decidimos compartirlo. Había que dormir y así lo hicimos.
Continuará…